sábado, 15 de octubre de 2016

                                                            "La Fiesta" 



La empatía está directamente relacionada con la distancia emocional. 

Todos, sin excepción tenemos un grado determinado de empatía, excepto algunos enfermos mentales. 

Vivimos en un mundo de alta tecnología, donde podemos ver imágenes microscópicas del sistema circulatorio de un ratón con sólo buscarlas en la red y emocionarnos al escuchar el corazón de un feto en el vientre portador. 
La empatía, en estos tiempos como en todos, sigue teniendo que ver con la distancia emocional, a pesar de estos grandes avances tecnológicos. 

Estos avances que nos  acercan a todo aquello que nos resulta grato, también tienen el poder de alejarnos a nuestro antojo de aquello que nos rade por dentro, la mayoría de las veces, sin siquiera ser conscientes de ello. 

Hoy, ahora mismo, mientras yo escribo este artículo y también mientras tu lo lees, están muriendo muchas personas en el mundo. Mueren de hambre, de guerras, de miserias. Mueren porque tu y yo, en este mismo momento, estamos haciendo ruido (redes sociales, whatsshap, "deportes" de masas, consumo indiscriminado, sociedad del bienestar, etc) ruido que utilizamos para no escuchar o ver, nuestra verdadera esencia y así, no sentir el dolor que nos produce descubrirnos. Y mientras estamos pendientes de ese ruido, el mundo sigue girando ajeno a nosotros y con el, una barbarie de destrucción. 

Esa distancia con según qué, o quiénes, la tomamos para evitar el dolor de la cercanía y el conocimiento de las "particularidades" del otro, ya que, cuanto más sepa de el, más dolor me podrá producir. 

Así pues, si ocurre un terremoto en un país lejano, causando miles de muertes, nos afectará más o menos dependiendo del idioma, nivel económico, relaciones internacionales, intereses particulares en la zona y otros items con los que nos sentiremos más o menos cercanos. Ahora bien, si nuestro amigo Paco de toda la vida muere atropellado está misma tarde, nuestro dolor será mucho más grande que el que sufrimos por todas las víctimas del terremoto anterior.

 La distancia emocional se hace patente. 




Hoy, leyendo un artículo de un técnico de sonido sobre lo que ocurrió en la última corrida de toros que cubrió, he imaginado una metáfora en la que el toro era como esas miles de personas que cada día sufren y mueren sin sentido. He visualizado a los espectadores junto a la banda de música como a nuestra sociedad, distante, observando desde la grada y haciendo mucho ruido con sus olés, bravos y pasodobles y aplaudiendo la faena, mientras sus congéneres, mueren en silencio. He visto a ese técnico, mirando a los ojos de todos esos miles de personas, acercándose a ellas a través de su sistema de sonido y sintiendo cada punzada, cada estoque, cada gota de sangre como propia, abriendo su corazón al dolor y aprendiendo en las carnes de otros a ser un poco más humano. 

Hoy me he dejado llevar por su emoción abriendo mi corazón y sintiendo como mías cada una de sus palabras. 

Os dejo el relato del técnico de sonido:

"En mi caso, que me ha tocado llevar el sonido en alguna retransmisión, siempre he comentado, que si en lugar de la mezcla de sonido de la banda de música, aplausos, bravos, olessss y demás... el sonido fuera el que capta el Sennheiser 816 (micrófono que capta a gran distancia y buena calidad) a pie de ruedo, donde se escucha perfectamente el sonido de la banderillas al entrar en la piel, los mugidos de dolor que da el animal a cada tortura a la que se somete... y además lo acompañáramos de primeros planos de las heridas que lleva, de los coágulos como la palma de una mano, de la sangre que le brota acompasada al latir del corazón o la mirada que pone en animal antes de que le den la estocada final, creo que el 90% apagaría el televisor al presenciar semejante carnicería a ritmo de pasodoble. 
Yo, personalmente pedí el dejar de hacer ese tipo de trabajo, precisamente un día que en Castellón me tocó estar en el callejón y me cabreé mucho al escuchar a un toro, al cual el torero falló cuatro veces con el estoque y harto de escuchar al pobre animal me quité los auriculares... No tuve bastante, que mientras agonizaba, escupía, se ahogaba en su sangre, se vino a morir justo pegado a mi, apoyado sobre las maderas mientras daba pasmos y su mirada ensangrentada y con lágrimas, sí lágrimas, sean o no sean de dolor, se cruzó con la mía y no nos la perdimos hasta que un inútil .... falló dos veces con el descabello, al que le dije de todo. 
Ahí acabó mi temporada torera de por vida. 
Son sentimientos personales y lo mas probable es que a un amante de "la fiesta" le parezca ridículo, pero para mi, más ridículo es cuando después de semejante carnicería, giras la vista al público y los ves allí aplaudiendo, comiendo su bocata sin inmutarse, ni habiendo visto y oído lo que yo" 

Palabras de un técnico de sonido de televisión ...........






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